La ventaja de los candidatos oficialistas

La ventaja de los candidatos oficialistas

28 de diciembre de 2022

“Más vale pájaro en mano que cien volando” dice un refrán que bien podemos traer a la política para explicar por qué el voto opositor cuesta doble. O, dicho en otros términos, a los candidatos opositores les cuesta el doble que a los candidatos de los gobiernos conseguir el voto del elector.

Muchos creen que esa ventaja de los candidatos oficialistas se debe al:

  • uso del aparato propagandístico y publicitario del gobierno (campaña permanente), y
  • uso discrecional de recursos del estado para motivar voluntades (clientelismo).

Y en gran medida puede ser, pero no es solo por eso. También se debe a uno de los tantos sesgos cognitivos que condiciona el funcionamiento del cerebro humano, llamado “aversión a la pérdida”.

La aversión a la pérdida es un sesgo que forma parte del sistema de autodefensa de nuestro cerebro, en el que la negatividad y la huida tienen dominancia sobre la positividad y la aproximación.

En el cerebro de los humanos y de otros animales hay un mecanismo diseñado para dar prioridad a los eventos malos, reduciendo a unas pocas milésimas de segundo el tiempo necesario para detectar la presencia de un predador, y huir de la escena para ponerse a salvo. Según los investigadores del funcionamiento del cerebro, no se conoce aún ningún mecanismo comparable en rapidez para reconocer los eventos buenos.

Se explica en política (y en economía conductual, que es donde tuvo su mayor atención hasta ahora) en que la gente evalúa muchas de sus decisiones en función de las ganancias y perdidas que ella le podría ocasionar, donde las perdidas pesan más que las ganancias.

Pero la aversión a la pérdida no trabaja sola, necesita de algún factor que le permita marcar un punto de referencia a partir del cual magnificar esas ganancias y pérdidas.

Un punto de referencia es en ocasiones el status quo, pero también puede serlo una meta que situamos en el futuro: no alcanzarla es una pérdida y excederla es una ganancia. Como cabe esperar del predominio de la negatividad, los dos motivos no son igual de poderosos. La aversión al fracaso que supone no alcanzar la meta es mucho más fuerte que el deseo de excederla”, afirma el psicólogo Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, Pensar despacio.

La aversión a la perdida es una poderosa fuerza conservadora que favorece los cambios mínimos en el status quo de las vidas de instituciones e individuos, afirma Kahneman, que obtuvo el premio Nobel de economía en 2002, justamente por sus estudios relacionados a como las personas tomamos decisiones en contextos de incertidumbre.

En términos económico-políticos la aversión a la perdida explica muy claramente la razón por la cual los socialistas se oponen a las bajas de impuestos que suelen proponer los liberales.

La justificación liberal para proponer reducir impuestos es que la gente podría dedicar ese dinero a la inversión productiva o el consumo de bienes y servicios, motorizando la economía y por consecuencia recaudar más impuestos a futuro. La justificación socialista para negarse a esa reducción está en que la recuperación del nivel tributario sería a largo plazo y el déficit que produciría en la balanza fiscal no se compensa con los supuestos mayores superávits futuros.

Analicemos ahora como podría funcionar este sesgo cognitivo en una sociedad como la argentina cuyas características son:

  • 52% de sus habitantes viviendo con alguna ayuda social del estado.
  • 90% de sus habitantes recibiendo algún tipo de subsidio al consumo de sus servicios públicos (gas, luz, agua).
  • 30% de sus trabajadores registrados ocupando empleos en el sector público
  • Y una gran parte de sus principales empresas viviendo de la prestación de servicios al sector público

Este tema sobre la toma de decisiones políticas se complejiza aún más cuando lo analizamos desde la Teoría de las perspectivas, también elaborada por Kahneman, que pone su énfasis en el punto de referencia desde el cual tomamos nuestras decisiones.

No obra igual para el ejecutivo de una empresa multinacional, casado con una profesional liberal, viviendo en un barrio cerrado a los suburbios de una gran metrópoli industrial del centro del país -ubicados en la C2 de la pirámide social como Clase Media Alta- que el de un trabajador informal (en negro) casado con una cooperativista social, viviendo en un barrio marginal de una mediana ciudad del norte del país, con hijos en edad preescolar -ubicado en la base de la pirámide como Clase Baja en Pobreza D2/E)-.

La ayuda que este segundo sujeto social requiere del estado para la supervivencia de su familia es infinitamente mayor a la que puede llegar a requerir el primer sujeto social para quien, incluso, el estado puede ser una carga que limita su libertad de crecimiento. Con lo cual la aversión a la pérdida es infinitamente mayor en el segundo que en el primero.

El principal desafío de un candidato político opositor no es vencer a otros candidato políticos oficialistas, sino vencer los prejuicios que dominan la decisiones de los votantes, entre los que, en forma mayoritaria, al menos en argentina, se encuentran los ubicados en las capas más bajas de la pirámide social.

 

Pablo Gustavo Díaz
Consultor en marketing político