Las trampas del cerebro (4) Polarización política
«Las trampas del cerebro» es una saga de notas que comencé en este blog hace justamente un año atrás. Terminado el proceso electoral legislativo 2021 en argentina que me tuvo bastante ocupado.
En esta serie de notas me debato entre el cielo y el infierno. En la clásica y no siempre bien vista discusión entre el «ser» y el «deber ser» que representan la «realpolitik» y la política idealista y utópica que pregonan las «almas bellas» (Pichetto dixit).
A partir del mes de diciembre del año pasado y hasta entrado el mes de octubre del 2022, me dediqué a estudiar sobre el funcionamiento del cerebro humano, específicamente en el proceso de toma de decisiones políticas y para ello recurrí a la lectura de expertos científicos en la materia como la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, el neurocientífico argentino Mariano Sigman, el psicólogo israelo-estadounidense ganador del premio Nobel de economía 2002, Daniel Kahneman, o el psicólogo clínico norteamericano Drew Westen, por citar de ejemplo solo algunos de los autores que más me han impactado.
De ellos confirmé, científicamente, que somos seres emocionales. Que raramente usamos la razón, solo en última instancia y cuando no nos queda más remedio que hacerlo. Que actuamos automáticamente el 99% del tiempo en base a atajos cognitivos llamados «sesgos» que nos hace mas fácil la vida. Y que esas emociones que motivan nuestros actos y decisiones son reguladas por las hormonas que genera nuestro organismo como respuesta a los diferentes estímulos externos en un proceso de retroalimentación mutuo.
No voy a ampliar al respecto de lo dicho en el párrafo anterior porque justamente de eso tratan las tres notas anteriores a esta que encontrarás recorriendo el blog. De lo que si voy a hablar acá es de uno de los fenómenos modernos producido por todo eso que pasa en nuestro cerebro, llamado «polarización».
La polarización es presentada por algunos dirigentes políticos y comunicadores sociales como un proceso netamente político. Bautizada en argentina por el periodista Jorge Lanata con el nombre de «la grieta», se le puso fecha de nacimiento en marzo de 2008 con el levantamiento campero contra la resolución 125 impulsada por el incipiente gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Pero no es así. La polarización es un fenómeno psico-biológico y de alcance mundial. Que excede a la política y a la disputa vernácula kirchnerismo-macrismo.
Psico porque se produce en nuestro cerebro donde, como explica Drew Westen, predomina el «sesgo de confirmación». Biológico porque, como explica la dra. Rojas Estapé, cuando nuestro cerebro entiende que está bajo amenaza produce una hormona llamada «cortisol» que dispone al cuerpo en estado de alerta, ya sea para luchar y defenderse o salir huyendo; cayendo en un estado de crispación e inflamación cerebral producido por altos niveles de estrés. Estado que se vuelve permanente activado por otra hormona llamada «dopamina» que obra como una droga que, envuelta en un pakaging de supuesto placer, nos transforma en «adictos» a ese estado de estrés. Y mundial porque este fenómeno no solo se manifiesta en Argentina, también lo encontramos en España, Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil y Chile, por ejemplo.
Un estudio efectuado por la consultora española Llorente y Cuenca y la ONG +Democracia, publicado hoy en el portal de datos Clima Social (clic aquí para ver) concibe justamente a la polarización como una «droga» que condiciona a todo el cuerpo social (The Hidden drug).
«El término ‘polarización’ se usa como equivalente de conceptos valorativos como ‘radicalización’ o ‘extremismo’. La polarización alude al proceso de reafirmación en las propias creencias que se da tras participar en un debate acerca de un tema polémico en el que se presentan evidencias e interpretaciones alternativas. Por eso, lo novedoso, no es tanto que las posturas que resulten de esa interacción sean extremas, sino la actitud de ignorancia intencionada y desprecio a la evidencia y los argumentos que obligarían a modificar las propias creencias», afirman los autores de un amplio estudio que cubrió el análisis de más de 600 millones de mensajes publicados en redes sociales en los últimos cinco años, demostrando el crecimiento en un 39% de la polarización en el mundo.
Encontramos posiciones «polarizadas» cuando hablamos de «cambio climático» o «inmigración», pero también cuando hablamos de «pandemia», «vacunas anti-covid», «aborto», «feminismo», «racismo», «derechos humanos» y «economía». Hasta cuando hablamos de «fútbol», como constaté personalmente en este último mundial al osar cuestionar en las redes la táctica defensiva dispuesta por el técnico argentino Lionel Scaloni, que en los primeros partidos armó defensas con 5 jugadores que nos hicieron sufrir más de la cuenta, contrario a lo hecho en los 36 partidos previos, invicto, jugando con 4 defensores. Me tiraron con todo el «sesgo de autoridad» descubierto por Stanley Milgram en 1961 «¿Quién era yo para criticar al tipo que sabe?» usaron de argumento falaz Ad hominem, que además quedó desnudado cuando Scaloni volvió a la táctica de 4 atrás contra Croacia y Francia, y Argentina volvió a brillar como siempre 😎
Mis detractores no querían «discutir razonablemente» mi argumento, sino desacreditarlo directamente. Y en algunos casos el mensaje que me hicieron llegar era un «guarda con abusar de críticas», porque me transformaba inmediatamente en «enemigo de la selección», como pasó con muchos reconocidos periodistas de medios televisivos porteños que fueron masacrados por los hinchas luego del triunfo de Argentina en el mundial.
Chanza anecdótica a parte, con polarización, nos referimos al proceso por el cual las personas con ideas políticas diferentes se van alejado cada vez más de un posible espacio de entendimiento (consenso). Se dan mutuamente la espalda en su conversación cotidiana, en la que sólo entran los afines. Y donde los diferentes se convierten en enemigos, en tanto que se acrecienta un sentimiento bélico que considera a los otros como una fuerza que amenaza la propia existencia. En ese esquema de pensamiento la destrucción del oponente es plenamente justificable, en defensa de la propia supervivencia.
Muchos estudiosos del tema coinciden que la polarización suele darse por ciclos en la historia: ciclos de polarización y ciclos de consenso. La era de los consensos post II GM (desde el consenso de los Derechos Humanos de París, pasando por el consenso económico de Washington y el consenso democrático de la Moncloa, hasta llegar al consenso político de Olivos en Argentina) que vivimos durante los últimos 50 años del siglo pasado, tras la crisis económica y social de inicios del nuevo siglo nos introdujo a la era de la polarización y rupturas de esos consensos.
El sistema democrático liberal es el que está en crisis. La fragmentación social provocada por el crecimiento de la desigualdad, el debilitamiento de los partidos políticos tradicionales y el ascenso de movimientos populistas, o la degradación de los niveles educativos aparecen en la totalidad de los análisis. Problemas sociales, políticos y económicos que se acrecientan motivados por la irrupción de las redes sociales, cuyos algoritmos, motorizados por nuestros propios sesgos cognitivos, nos llevan a agruparnos en burbujas (tribus) de «amigos» que pensamos igual, contra «enemigos» que piensan diferentes y a los cuales hay que trolearlos. Tal como lo explica el neurocientífico Mariano Sigman en el siguiente video.
Nuevamente mi maña por el «ser» y el «deber ser»… ¿Deberíamos vivir en un mundo menos polarizado? por su puesto que si. Es deseable y necesario. Pero esa es la utopía. La realidad es que vivimos en uno muy polarizado y cada vez más a medida que aumentan los índices de insatisfacción social.
Un estudio realizado por la Asociación norteamericana de Ciencias Políticas del Medio Oeste (MPSA), basado en 76 encuestas realizadas en 20 países, demuestra que la polarización está impulsada más por factores económicos e institucionales estructurales que por las diferencias ideológicas entre las élites de los partidos rivales.
«No encontramos evidencia consistente de que la aversión hacia los partidos externos esté impulsada por mayores diferencias ideológicas entre las élites de los partidos rivales», dicen los autores del estudio (clic aquí para ver) «Por el contrario, el desempleo está fuertemente asociado con la polarización. En las comparaciones entre países encontramos que los países con mayor desempleo muestran una polarización afectiva a nivel de masas más intensa, y en las comparaciones dentro del país encontramos que la polarización afectiva se intensifica a medida que aumenta la tasa de desempleo nacional. También encontramos evidencia transnacional de que la desigualdad económica intensifica la polarización», concluye el informe, mostrando el gráfico comparativo de polarización entre los países estudiados, donde vemos a España y Grecia al tope de los países con mayor polarización en contra posición a los países nórdicos donde la polarización es mínima.
En argentina la pobreza aumentó del 25% al 43% en los últimos 15 años. El salario promedio, medido en dólares, cayó de 1.600 a 400 en los últimos 5 años. La cantidad de empleados registrados se mantuvo igual en la última década pese el aumento de la población. Ezeiza volvió a ser la principal salida para la juventud, aumentando la emigración hacia Europa, ubicándose hoy a España como la 19° provincia Argentina medida por cantidad de habitantes, ya que allí viven más argentinos que en Santa Cruz, Tierra del Fuego, La Pampa, La Rioja o Catamarca, por ejemplo.
Cómo pretender que no haya polarización con semejante coctel de malas noticias permanentes para centenares de miles de personas que ven frustrados los sueños de desarrollo y bienestar futuro que albergaban sus padres. Hoy prima en ellos la incertidumbre y el miedo al futuro.
El informe presentado anteriormente de MPSA también descubrió otro dato más que interesante respecto la comparativa de polarización entre países: los países cuyos sistemas políticos fomentan una mayor distribución del poder entre los partidos muestran una polarización afectiva marcadamente menor en el público masivo, en igualdad de condiciones socioeconómicas. Vale decir que a iguales niveles de desocupación y desigualdad los más republicanos y donde no priman las hegemonías tan características de Argentina son menos polarizados ¿Por qué? sería la pregunta del millón. Arriesgo hipótesis, porque sus políticos son gente madura y responsable, que se hace cargo de los problemas, no le echa la culpa al otro por sus errores y no cooptan el Estado hegemónicamente como un bien propio, sino que lo comparten con las oposiciones en un sistema de controles, contrapesos y alternancias.
La polarización no se combate solo con el buen uso de las palabras que puedan hacer algunos políticos plagados de buenas intenciones como Facundo Manes, por ejemplo. Se combate con acciones ejemplares y eficientes de gobierno. No alcanza solo con que los políticos dejen de pelearse, cosa necesaria, pero no suficiente. Deben eliminar del cerebro de la gente esa «amenaza permanente» que los mantiene en vilo, estresados y enojados, empezando a dar respuesta a sus demandas de bienestar presente y progreso futuro.
Y para ello deben acercarse a su realidad. Con los políticos viviendo a años luz de la realidad de la gente es imposible encausar el debate democrático que generen esos consensos declamados.
Pablo Gustavo Díaz
Consultor en marketing político