Las trampas del cerebro (2) Política y emociones

Las trampas del cerebro (2) Política y emociones

11 de febrero de 2022

Comentábamos en la anterior nota que dio origen a esta columna (clic aquí para ver) que las elecciones 2021 estuvieron fuertemente condicionadas por las emociones negativas de estrés, miedo y tristeza producidas por una hormona llamada cortisol que nos mantuvo durante muchos meses en vilo ante la amenaza de la pandemia sanitaria de coronavirus y sus derivaciones económicas (perdida de empleos y capital) y sociales (perdida de seres queridos y relaciones afectivas).

En su justa medida el cortisol es bueno para el cuerpo y nos mantiene vivos, pero en exceso es perjudicial para la salud. Y lo real es que nos pasamos de la raya. Estuvimos y tal vez aún lo estemos, ‘intoxicados’ por cortisol.

En mi humilde entender esa intoxicación de cortisol es la que llevó a los electores a votar de la manera que lo hicieron: castigando a los gobiernos. Enojados. Frustrados. Y si no es bueno para el cuerpo humano vivir bajo esta tensión permanente, tampoco debería serlo para el cuerpo social.

En ese proceso electoral era fundamental entonces bajar el nivel de cortisol de los electores. Y una forma de lograrlo se consigue estimulando otra hormona llamada oxitocina. La amabilidad, el trato cercano, el amor y el cariño aumentan la oxitocina. Tener pensamientos positivos también ayuda a la generación de oxitocina que vuelve a nuestro cuerpo la calma y el estado de equilibrio.

Aunque a muchas mentes le cueste aceptarlo (y el por qué de esa dificultad lo voy a tratar en detalle en las siguientes notas), en estas elecciones pasadas hubieron políticos de la región norpatagónica que se comportaron de esa manera amable, cercana y empática produciendo oxitocina en sus votantes.

Fueron justamente los que ganaron las elecciones en sus distritos: ‘mechi’ Ibero en Río Negro (JSRN) y ‘rolo’ Figueroa (MPN) en Neuquén.
Son las llamadas «personas vitamina» por la doctora María Rojas Estapé.

«Hay que tener cerca ‘personas vitamina’, que nos alegran y nos suben la oxitocina y huir de las ‘personas tóxicas‘».

Parafraseando a Estapé podríamos afirmar entonces que las y los «candidatos vitamina» ganan elecciones.

«La risa es la aliada natural de la política emocional, la política del futuro«, afirma el catalán Antoni Gutiérrez-Rubi, uno de los profesionales de la consultoría política que más a estudiado la relación de las emociones con la política.

«Barack Obama exhibe su fortaleza moral y política con la seducción de su amplia sonrisa y su sentido del humor. Es el poder inteligente, el «smart power».  El poder inteligente sonríe; no amenaza. Así se ganan las nuevas batallas. Nada que ver con los graciosos machistas, misóginos, homófobos o racistas, modelo Silvio Berlusconi«.

Obama es una persona espontánea, sin lugar a dudas su carisma es su mayor activo. Pero también es una persona muy inteligente y planificadora. Nada en su imagen pública deja librado al azar. Conocedor de la importancia de la comunicación no verbal en la construcción de imágenes que transmiten sentimientos, su sonrisa es tan importante como la mas intelectualizada de sus definiciones orales.

Sobre este tema me pronunciaré más en detalle en próximas notas de esta columna, lo que me interesa aclarar aquí es que la construcción de la figura retórica, alegre y cortes de Obama, responde a la necesidad de romper la inercia de la «mala onda», enojo y crispación, a la que estaba sometida la sociedad norteamericana post ataques terroristas del 9/11 y el periodo de crisis externa e interna encarnado por George W. Bush.

¡oxitocina Obama baja cortisol Bush!

Otro ejemplo claro de esto lo vimos también en las elecciones presidenciales del 2015 en Argentina. La campaña del kirchnerismo gobernante se basó principalmente en influir miedo en el electorado adjudicándole a la posible victoria de Mauricio Macri todos los males por venir.

«Si Macri gana  va a devaluar, ajustar y quitar subsidios«, afirmaba Daniel Scioli. «Van a despedir gente«, «van a devaluar«, «van a romperle el bolsillo al trabajador«, aseguraba el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. El partido oficialista inundó las calles de carteles con el eslogan «Patria o Macri«.

En un contexto de pronunciado malestar social por la mala situación económica e irritación por las formas de trato del gobierno para con los gobernados donde, por ejemplo, la presidenta trataba de «viejito amarrete» a un abuelo que había comprado dólares en el mercado paralelo para regalarle a su nieto, los electores estaban intoxicados de cortisol: miedo, estrés.

El estratega de campaña de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba, divisó esto muy claramente y diseñó para su cliente la llamada «revolución de la alegría«: una campaña política alegre y propositiva que mostraba a un Macri amable y conciliador, que no agraviaba a sus contrarios y que respondía a los ataques con humor.

Ganó, obviamente, el candidato vitamina!

“La era de las palabras que transmitían ideas dio paso a la de las imágenes que transmiten sentimientos”
(Jaime Duran Barba).

Las emociones son reguladas por las hormonas que genera nuestro organismo como respuesta a los diferentes estímulos externos en un proceso de retroalimentación mutuo.

Ya vimos que el miedo es causado por la producción de grandes cantidades de cortisol en nuestro organismo. Y la oxitocina facilita la empatía con las personas.

La endorfina genera la risa y alegría. Los candidatos alegres ganan más elecciones que los candidatos tristes o enojados.

La dopamina genera interés y mejora la cognición. Sin atención no hay interés para producir conocimiento. Y los candidatos desconocidos pierden elecciones.

Las serotonina y testosterona regulan la autoestima, la felicidad y la libido. Atributos fundamentales en los candidatos para transmitir éxito electoral a sus votantes.

Aprender a identificar las emociones y estimular las hormonas adecuadas en la mente de los electores es un instrumento político de un poder extraordinario. Porque como suelo decir a mis clientes en mis charlas preliminares a los trabajos de consultoría:

«La guerra por el voto no son batallas que se libran en las calles, ni en los locales partidarios ni en los medios de comunicación. Se libran en la mente del elector. El cerebro del votante es el verdadero campo de batalla».

Pablo Gustavo Díaz
consultor en marketing político