Narrativa política: cómo contar una historia
… de Jennifer Pérez Olivera
La dinámica amigo-enemigo es un binomio estratégico que se utiliza a menudo en política, por no decir siempre. En términos de comunicación política, es sumamente fructífero tener un enemigo. Un enemigo es aquel villano que hace maldades, y que el héroe desea y debe desenmascarar, o incluso, yendo más lejos aún en la proeza de la figura heroica, es quién busca salvar a alguien, o algo, de las garras del terrible villano. Suena a película de Hollywood, pero recordemos que fue la industria del cine quienes supieron ver lo valioso de dicha narrativa, dónde el centro de las películas siempre se estructura en base a esta dinámica de amigo – enemigo. Recordemos también la poderosa frase que popularizaron los americanos durante el contexto de Guerra Fría, friend or foe, para clasificar aliados o enemigos.
Para intentar ubicar el origen de esta dinámica o narrativa habría que hacer una exploración por la historia. A primeras se me viene a la mente el célebre proverbio divide ut regnes – divide y reinaras – donde se insinúa lo mismo, pero pensado para la estrategia en combate, pero que en la actualidad se emplea para distintos escenarios políticos.
El lenguaje posee una fuerza única que condiciona y moldea nuestra forma de pensar, de ahí que siempre digo que la realidad se construye en la comunicación, porque mientras nos comunicamos, y desarrollamos narrativas, es que creamos la realidad acorde a nuestra idea preconcebida de esta.
Para que la figura del enemigo tenga fuerza hay que transformarla en una amenaza inminente o potencial. Se necesita resaltar la imagen de las victima para conectar con la parte emocional de nuestro cerebro, quien es muy receptivo ante este tipo de mensajes.
Las narrativas de amigo – enemigo funcionan apelando al cerebro emocional construido desde un lenguaje destinado a conectar con el lado emocional de la audiencia o electorado. El público objetivo para este tipo de estrategias es para el prodestinatario, es decir quienes ya nos siguen y nos creen, y para el indeciso, aquel que aún no ha formado una opinión o se encuentra en duda frente a que postura tomar.
Desde el punto de vista de la psicología de las masas, la narrativa amigo-enemigo es bastante sencilla de aplicar, por como el individuo se comporta cuando integra una masa organizada o grupo.
Cuando un individuo forma parte de una masa organizada, una de sus características es que la masa en cuestión se vuelve anónima. El contagio de ideas y la sugestión dominan la escena permitiendo que las narrativas se adapten y fluyan mejor.
La masa es impulsiva, voluble y fácilmente excitable, y en esa multitud, la persona se ve contagiada del sentimiento común, o sugestionada. Desaparece como individuo pensante. Cuando se quiere estimular a la masa organizada no es necesario presentarle argumentos y dirigirse al cerebro racional, por el contrario, se le habla al cerebro emocional pintando imágenes claras y vivas con palabras que inviten a la imaginación. Se requiere exagerar y repetir. De ahí es que surge la dinámica amigo -enemigo o héroe-villano. Esta masa es conducida por un líder, de carácter político, que, con el poder de las palabras, encanta a su audiencia, que obedece sin más. El conductor puede ser un individuo, una organización o un gobierno, que albergan la misma agenda de comunicación.
Suena un poco fuerte, pero esto conforma el ABC de la comunicación política y de la comunicación de masas.
Sin embargo, quiero aclarar, que no necesariamente existe siempre una idea de engañar al electorado o a la audiencia cuando se establece una dinámica o narrativa de amigo-enemigo, en algunos casos el conductor tiene verdadero convencimiento de que lo que comunica, es verdad, y en algún punto se ha comprado el rol del héroe.
Jennifer P. Olivera
Consultora en comunicación política y analista internacional.
@jpoconsultora